Por @bebesymas
06/11/14
Hace tiempo que sabemos que la inteligencia de una
persona, la que se mide con los test de inteligencia que nos llegan a decir
cuál es el cociente intelectual, no es predictiva del éxito que pueda llegar a
tener en la vida. Todos conocemos a personas muy inteligentes que no han
llegado a ser felices en su vida y a personas menos inteligentes que sí han
acabado trabajando en lo que querían y sí han sabido ser las personas que
querían ser.
Esta diferencia sucede, muy probablemente, porque las
decisiones que toma una persona, la manera en cómo se relaciona con los demás,
la seguridad en sí mismo y otros valores muy importantes no vienen dados por la
inteligencia de la que hablamos, sino por la inteligencia emocional, muchas
veces más importante que la otra. Es una inteligencia que, como digo, nos ayuda
a ser socialmente competentes, a entender el mundo de las emociones, a tener
seguridad en nosotros mismos y, como consecuencia, a ser probablemente más
felices.
Muchas madres y muchos padres se preguntan cómo
podrían ayudar a sus hijos a desarrollar su inteligencia emocional. Pues hoy os
damos tres consejos: mírale, háblale y
reacciona a sus emociones.
En los
colegios ya se empieza a hacer
Esto va muy despacio, muy poco a poco, y aún falta
mucho tiempo para que el cambio sea definitivo, pero cada vez más se está
intentando trabajar en los colegios de esta manera, tratando de desarrollar la
inteligencia emocional de los niños. Quiero decir que de un tiempo a esta
parte, se está intentando enfatizar un poco menos en el desarrollo de las
capacidades racionales, cosa que se hacía a costa de olvidar mucho su mundo
emocional, y tratar de equilibrar la balanza, atendiéndoles cuando lloran,
escuchando sus problemas, dialogando con ellos, negociando, buscando el
entendimiento, haciendo uso de la empatía, no para consentirles, sino para
hacerles sentir comprendidos.
Vamos, que en los primeros años, ya no se intenta (o
no se debería intentar) que leyeran cuanto antes, que aprendieran a pintar
cuanto antes y que hicieran fichas, unas tras otras, para desarrollar su
inteligencia racional, sino que tratan (o deberían tratar) de ayudarles a ser
buenas personas, a comunicarse, a relacionarse, a compartir espacio, a compartir
emociones, a sentirse queridos, a respetar a los demás, etc. con mucho juego de
por medio y así, a la vez que juegan, aprenden.
¿Qué de dónde estoy hablando? Pues de ningún colegio
ni guardería en concreto, pero sí de uno que existe en mi mente en base a
diversos centros que empiezan a hacer las cosas bajo esta filosofía. Ninguno es
perfecto ni ideal, pero ya empieza a verse la intención.
De igual modo, cada vez hay más profesionales
educadores, de la salud y de la psicología que rechazan el conductismo, los
castigos y los chantajes emocionales y que aconsejan ver al niño, no como un
estorbo que solo trata de lograr su propio beneficio (a veces maléfico), sino
como una persona en formación y en desarrollo con muchas inquietudes que deben
ser potenciadas o, a veces, limitadas, para lograr una salud emocional correcta
que le permita vivir en cierta armonía con otros niños.
Pero antes
de llegar al colegio, hay mucho que hacer en casa
Ya digo, cada vez hay más profesionales que siguen
esta línea de actuación, pero muchas veces se encuentran con verdaderos
escollos: niños que vienen muy quemados de casa. Y cuando digo quemados, me
refiero a que vienen resabiados, enfadados, con muchas carencias emocionales y
que tratan de imponerse allí donde quizás tengan un poco de éxito. Ya que en
casa no logran sentirse importantes, porque sus padres no les hacen sentir
bien, buscan sobresalir allí donde tienen más posibilidades de conseguirlo.
Para muchos profesionales, y más cuando tienes a más de 20 niños, resulta muy
difícil trabajar las emociones cuando hay niños a los que hay que reconducir.
Vamos, para ser claros, que cuesta mucho despertar la curiosidad de los niños,
enseñarles juegos y buscar la sintonización con ellos y entre ellos cuando
tienen que perder tiempo en educar desde cero a niños que ya deberían venir
educados de casa.
Así que, ahora sí, yendo al grano, los padres tenemos
que hacer por nuestros hijos todo lo posible para que crezcan y se desarrollen,
no sólo físicamente, sino también como personas, sus mentes, sus cerebros, su
mundo emocional.
Para ello hay tres consejos muy simples de explicar y
muy simples de llevar a cabo, que os cuento a continuación.
Mírale
La gente piensa que se está comunicando con los demás
solo cuando les habla. Esto no es así. Además de la comunicación verbal,
disponemos de la comunicación no verbal, y muchas veces dice más que la otra.
¿Qué nos está diciendo alguien a quien le hablamos y que, en medio de la
conversación, se pone a mirar tu teléfono móvil? Pues básicamente, que
"desconecto de lo que me estás contando". ¿Qué nos dice alguien que
mientras le hablamos se acerca y nos mira más profundamente? Pues que nos está
escuchando activamente.
Los bebés no sólo se comunican con nosotros cuando
lloran. También lo hacen cuando nos tocan, cuando les cogemos y sonríen y
cuando nos miran. A veces hacen algo y buscan una respuesta, una mirada. El
contacto visual con el bebé le demuestra que estamos ahí, que le vemos, que
sabemos que está y estamos por ellos. Y además, si esa mirada es positiva, si
tenemos un gesto tranquilo y amigable en el rostro, percibirá el cariño, el
amor, produciéndose un mejor desarrollo cerebral (de igual modo que el contacto
piel con piel hace que los niños engorden más y se desarrollen mejor, el
contacto visual, cuando son capaces de evaluar nuestro gesto, también les
ayuda).
Háblale
Mirarles les ayuda, claro, pero eso no es todo,
hablarles, sonreírles, explicarles las cosas que hacemos o vamos a hacer, les
ayuda también en la comprensión del lenguaje, les ayuda a hablar antes y, por
lo tanto, les ayuda a comunicarse. Y no solo eso. Cuando le diriges tu voz y
tus palabras, cuando le hablas, le estás dedicando tiempo y contacto visual.
Eso ayuda a los niños a saber que mamá está ahí por ellos y con ellos y eso les
ayuda a sentirse importantes en tu vida. Ojo, no es que tengan que sentirse los
más importantes, ni nada por el estilo, es simplemente sentirse uno más, sentir
que mamá le quiere, que es suficiente para poder construir una autoimagen
saludable y para tener una buena autoestima.
Cuando se ríe, puedes reírte, cuando llora, puedes
hacerle mimos, cantarle, hablarle, cuando tenga un problema y te lo explique
puedes mostrar con tu voz y con tu gesto que le escuchas, que intentas
comprenderle y que puedes tratar de ayudarle. Puedes ser, en cierto modo, el
espejo visual de sus emociones, y esto le ayudará a entender sus propios
sentimientos, a conocerlos y a ser capaz de mostrarlos cuando lo considere
oportuno.
Cuando esto
no sucede
Si la madre no hace de espejo, si no exagera la
expresión, el tono de la voz (no es lo mismo gritar un "¡pero qué feliz
está mi niño!" a decir aburridamente y de manera monótona, como quien
habla con un caracol, "pero qué feliz está mi niño"), si no le mira
lo suficiente, si no está ahí, si no demuestra emociones, el niño acabará
haciendo lo mismo que su madre. Será una persona más racional que emocional y
evitará, en la medida de lo posible, mostrar sus propias emociones. Y ya no
solo eso, cuando alguien no es capaz de mostrar emociones, cuando las evita,
tiende a hacerlo también con las emociones de los demás. Puede llegar a
sentirse incómodo al ver las muestras de júbilo de los demás, o incómodo ante
la visión de alguien sufriendo, o llorando.
Incapaz de expresar las suyas propias e incapaz de
ayudar a los que las expresan, puede llegar a evitar tener relaciones
personales con el fin de evitar entrar en el mundo de las emociones,
sintiéndose siempre más cómodo en soledad que acompañado de personas más
cálidas o más abiertas a contar sus sentimientos.
Sí, ya sé que he descrito a un adulto muy retraído y
antisocial, pero es que sin llegar a ese extremo, muchos adultos son un poco
así, un poco incapaces, un poco incompetentes emocionales, con dificultades
para establecer nuevas relaciones sociales, para hacer amigos, e incapaces de
tener una relación amorosa duradera por no ser capaces de demostrar el amor que
sienten (si es que lo sienten). Y todo ello porque cuando fueron pequeños
alguien logró que, de verdad, se sintieran pequeños como persona,
infravalorados, invisibles, porque no les miraron lo suficiente, porque no
sintieron que hablaran con ellos y porque no dieron validez a sus emociones.
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