Por Lilia Malavé Gómez, 03/01/2014
Una tapa de refresco es redonda como un bolívar. Y justo como la moneda,
al sumarse con otras muchas tapas permite costear el tratamiento de un niño con
cáncer. Esta realidad es posible gracias a la iniciativa Tapas por Vidas
Venezuela, asociación civil ideada por Anel Suárez y Andrea Giugliano,
estudiantes de Comunicación Social en Valencia, que desde junio de 2013 se
dedican a la recoger tapas plásticas para su venta a empresas especializadas en
reciclaje. El dinero recaudado se destina a la terapia oncológica de niños con
recursos insuficientes, a través de la Fundación Ayuda del Niño con Cáncer del
estado Carabobo.
Con un tapón carmesí, logotipo del proyecto, están
identificados los más de 220 puntos de recolección de Tapas por Vidas:
panaderías, automercados, estaciones de servicio y unidades educativas en todo
el país se han sumado a ese movimiento, al prestar los locales para la
instalación de recipientes de depósito. Solamente en Caracas hay 23 sitios destinados
a esta finalidad; en algunos de ellos, como la panadería Candiluz del centro
comercial Galerías Prados del Este, los vecinos han depositado tantas tapas que
se desbordan del recipiente y comienzan a ser dejadas alrededor, en bolsas
plásticas.
El escenario es similar en muchos otros centros del
país, explica Anel Suárez, una de las fundadoras de la iniciativa, quien
calcula que cerca de 5 toneladas de tapas han sido recogidas y procesadas en
seis meses de operación. “No esperábamos tal receptividad en un país sin
cultura de reciclaje. Sin embargo, la información se ha difundido rápidamente
por las redes sociales y pasamos de las pocas tapas que nos enviaban nuestros
conocidos, a personas que hacen envíos espontáneos de grandes cargamentos”,
apunta.
Cómo funciona. La logística es sencilla: tapas plásticas de todo
color y tipo –de botellas, cuñetes de pintura, productos cosméticos, frascos de
vidrio e incluso rotas–, deben ser llevadas a los puntos de recolección,
preferiblemente separadas de acuerdo con su color. Los colores similares pueden
ser clasificados en un mismo lote, como por ejemplo las blancas y transparentes
o las naranjas, rosadas y rojas. El centro de acopio, que debe estar registrado
en la asociación civil Tapas por Vidas, coordina con Suárez y Giugliano el
envío a Valencia, donde ellas efectúan la venta directamente a la recicladora.
“En condiciones normales, el kilo de plástico es
vendido en 4 bolívares. Pero tomando en cuenta que la recaudación es con fines
sociales y que Tapas por Vidas realiza un trabajo previo de limpieza y
clasificación, la recicladora paga por cada kilo 10 bolívares. De esa cantidad,
10% se destina a gastos operativos, como el traslado, y el resto se dona a una
fundación”, explica.
Este mes, cuando se realizará la primera venta,
Fundanica será la beneficiaria; posteriormente, otras organizaciones serán
seleccionadas para recibir el donativo en futuras ventas.
Para contribuir. En vista de que la materia vendida es el plástico,
no faltará quien se pregunte por qué recipientes y botellas desechables no
pueden igualmente ser recogidos. La explicación es: por su tamaño, que
dificulta el transporte. “Hasta el momento, contamos solamente con la
colaboración de algunas empresas o personas que traen a Valencia las tapas,
pero aún necesitamos más ayuda para hacer envíos más frecuentes”. Otras
contribuciones de particulares han sido el diseño de las campañas que difunden
en redes sociales y los afiches dispuestos en los centros de acopio.
Contacto
Facebook: Tapasporvidasvenezuela
Twitter: @TapasPorVidasVe
Instagram: @TapasPorVidasVe
Correo electrónico: tapasporvidas@gmail.com
Paralelismos
El trabajo de Tapas por Vidas es inédito en el país,
pero no en el mundo. Andrea Giugliano y Anel Suárez, que a los 20 años de edad
cursan el octavo semestre de Comunicación Social en la Universidad Arturo
Michelena, importaron la idea directamente desde Colombia. Allí, fundaciones
como Carlos Portela y Sanar –que tiene el récord Guinness por el reciclaje de
más de 150 toneladas de tapas–, llevan a cabo la labor desde hace por lo menos
4 años. En Argentina, el Hospital Garrahan también batió en 2011 una marca
mundial por esa noble causa.
En Venezuela la idea no había calado hasta el año
pasado, probablemente por la ausencia de una cultura de reciclaje en el país,
en palabras de Suárez: “Al proponer la idea a plantas recicladoras fuimos
recibidas con gusto, pues hasta ahora esas empresas no habían logrado
incentivar el reciclaje”.
Ahora, el estímulo es doble para quienes participan de
esta iniciativa, lo que definitivamente ha influido en la aceptación de la
campaña. “Además de contribuir con el medio ambiente, las personas saben que
con sus tapas ayudan a quienes necesitan recursos para un tratamiento o examen.
Y eso es algo motivador”, asegura.
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