La inteligencia emocional es
considerada como la habilidad esencial de las personas para atender y percibir
los sentimientos de forma apropiada y precisa, y debe desarrollarse desde los
primeros años de vida ya que las emociones se expresan desde el nacimiento, un
niño amado, acariciado, será un niño con confianza en sí mismo, un
niño seguro.
Las personas con inteligencia
emocional: Aprenden a identificar sus propias emociones y a expresarlas
Desarrollan una aceptación incondicional de sí mismos y de los demás., tiene
una buena autoestima e imagen de sí mismo Desarrollan el autocontrol y la
empatía: ponerse en el lugar del otro.
Desde pequeños aprenden que existen
distintos tipos de situaciones y que cada una les exigirá unas u otras
respuestas: Resolución de problemas. El desarrollo de la inteligencia está muy
ligado a la educación de los sentimientos, sentirse seguro es sentirse querido,
en la familia uno es querido radical e incondicionalmente. Las experiencias
infantiles impregnadas de afecto pasan a formar parte de la personalidad a
través de la memoria, aprende a andar y a hablar y su
mundo se expande.
Estrategias para estimular la
inteligencia emocional en los niños: Dar nombre a los sentimientos: Ser capaces
da nombrar emociones como la cólera o la tristeza, les ayuda a reconocer esas
emociones cuando las sienten. Y saber qué es lo que sienten les puede ayudar a
sobrellevar ese sentimiento. Enséñele a su niño a reconocer emociones (alegría,
tristeza, cólera, miedo) a través de cuentos, tarjetas con dibujos, etc.
Relacionar gestos con sentimientos: Es importante que el niño aprenda a
identificar emociones en otras personas, de esta manera
desarrollará la empatía.
Haga gestos de sorpresa, tristeza,
cólera, alegría, temor…, converse con él acerca de las emociones que podrían
estar sintiendo los personajes de un cuento o los actores de televisión.
Orientarlos: Una vez que sus hijos sepan reconocer sus emociones, deles normas
básicas para enfrentarse a ellas. Una buena norma es "Cuando expreses tu
enfado no puedes hacerte daño ni a ti, ni a los demás, ni a las cosas”.
Explique a sus hijos lo que sí pueden
hacer. Por ejemplo: correr en el jardín, dibujar figuras enfadadas, dar
puñetazos a una almohada, arrugar un periódico, etc. Hacer esto no es malo, al
contrario, expresar lo enojado que se siente es saludable, siempre que se
exprese de manera aceptable. Además de ello se debe enseñar al niño a relajarse
cuando estén nervioso o disgustado, anímelo a respirar hondo mientras cuentan
hasta tres y a expulsar despacio el aire. O dígale que cierre sus ojos y tensen
los músculos, cuenten hasta seis y relajen los músculos. Actuar con empatía: En
los niños más pequeños es recomendable reconocer sentimientos en ellos mismos y
en los demás, empiece con las actividades de “Dar nombre a los
sentimientos" y “Relacionar gestos con sentimientos". También puede
hacer juegos de imitar los gestos del compañero, estas actividades permiten “ponerse
en el lugar del otro”.
Alabar lo positivo: Felicítelos
cuando sus hijos se enfrenten bien a sus emociones o muestren preocupación por
los demás, dígales que usted se da cuenta de ello. Ejemplos: “Muy bien hecho lo
de marcharte a tu cuarto a tranquilizarte”.
Enséñele con el ejemplo: Esta es la
mejor manera para que sus hijos entiendan cómo expresar adecuadamente las
emociones, sin causar daño. Por ejemplo si ha pasado un mal día en la oficina,
váyase de paseo en lugar de gritar y desquitarse con los demás. Otras
estrategias para calmar el estrés son: respirar hondo, darse un baño caliente,
llamar a un amigo o escribir en su diario. Si tiene una explosión de mal genio
delante de sus hijos, hable luego con ellos. Cuénteles por qué estaba enfadado.
Luego explíqueles que se enfrentó a sus sentimientos de forma equivocada y que
intentará hacerlo mejor la próxima vez.
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