Llega la hora de volver al cole y
en muchas casas surge el mismo problema.. ¡Mamá, no quiero ir al cole !
Es la hora de levantarse para
desayunar y ir a la escuela como siempre,y éste empieza a quejarse de síntomas
físicos tales como: dolor de panza, dolor de cabeza, molestias en las piernas
o, la queja más típica, náuseas; o tiene “¡tanto sueño! ” que no logra
levantarse. Los padres lo dejan en casa pensando que algo que comió le hizo
mal, o que está incubando una gripe o enfermedad parecida.
Curiosamente pasadas éstas horas
(hora de levantarse, desayunar o almorzar) el niño parece mejorar
repentinamente, es más, juega y se muestra tan sano como siempre.
La mamá aliviada se dice: “que
suerte, no estaba incubando nada, el malestar pasó” pero… al día siguiente se
repite exactamente el mismo cuadro y a las mismas horas. Así puede pasar la
semana entera hasta que al llegar el sábado y el domingo el niño salta de la
cama con energía y sin ninguna queja física, y almuerza sin ningún tipo de
problema. Seguramente a ésas alturas los papás ya advirtieron que los
“síntomas” aparecen sólo en los momentos previos a concurrir al colegio.
Frente a ésta situación muchos de
los padres al llegar el lunes se proponen hacer caso omiso a los supuestos
malestares del hijo y obligarlo a asistir a clase. Allí aparece una negativa
explícita y rotunda del niño a ir a la escuela que se acompaña de llanto,
berrinches o “abrazos apretados” al adulto y una conducta inhibida fuera de lo
que es habitual en ése niño. Esta es la situación que pueden estar viviendo
muchos papás y niños en éste mes que ha transcurrido, desde el comienzo de las clases
hasta la semana de vacaciones y que precisamente se puede ver recrudecido en el
retorno a clases después de dicha obligada ausencia escolar.
A esos papás que se están viendo
reflejados en la situación que se describió anteriormente, los invito a preguntarse
si en los últimos tiempos el niño se ha negado también a concurrir a
cumpleaños, no ha querido quedarse en casa de los abuelos o a jugar en casa de
un amiguito, de pronto de forma menos “dramática”, alegando simplemente: no
tener ganas. Si ése fuera el caso podemos estar frente a lo que se ha
denominado tanto “Angustia de Separación” como “Ansiedad por Separación”; pero
si la negativa es sólo a ir a la escuela, se trata en principio, de Ansiedad
Escolar, y digo en principio, porque para hablar de lo que se denomina “Fobia
Escolar” se tienen que dar algunos otros elementos que vamos a ir explicando.
Es la ansiedad o miedo intenso
que experimenta un niño cada vez que se separa de sus padres o las personas que
cumplan esa función, muchas veces la preocupación por parte del niño de que sus
padres sufran un daño cuando no están presentes y siempre, la evitación de las
situaciones que impliquen dicha separación, como por ejemplo: cumpleaños,
escuela, club, casa de amigos o salidas con personas que no sean sus padres,
etc.
Es la ansiedad o miedo intenso
que experimenta un niño ante la “situación escolar” y que se expresa a través
de llanto, berrinches, comportamiento inhibido y/o abrazarse a los adultos con
quién esté, cada vez que dicha situación se aproxime o sea anticipada por el
niño. No es necesariamente reconocido como “miedo” por el niño. Se acompaña de
la negativa a concurrir al recinto escolar. No tiene que existir una base
“real” para el miedo, sino que debe tratarse de un miedo irracional o “sin motivo”.
Tiene que durar al menos seis meses para poder hablar de “Fobia” y no de
Ansiedad elevada frente a la situación escolar.
Resultan bien claros los
elementos claves que transforman la ansiedad elevada en Fobia. Estos son: la
duración y que no existan motivos reales asociados con la escuela que provoquen
miedo en el niño. Algunos de esos motivos podrían ser: hostigamiento por parte
de algún compañero, mala relación con la maestra, dificultades de aprendizaje o
de rendimiento, etc. Por eso siempre es muy importante averiguar si alguna de
éstas cosas está sucediendo antes de tratarla como una fobia.
Si el niño relata que siente
vergüenza frente a sus compañeros, miedo de que se rían de él o que se siente
observado por sus pares o que teme encontrarse en una situación embarazosa,
puede tratarse de una Fobia Social.
En los niños éste trastorno se
caracteriza por un temor acusado y persistente a las situaciones sociales que
no pertenezcan al marco familiar, y con individuos de su misma edad. (y no sólo
en una interacción con un adulto). La ansiedad o temor aparece en forma de
llanto, berrinches, inhibición o retraimiento cada vez que está con sus pares
en situaciones no familiares. Trata de evitar dichas situaciones, y deben
prolongarse ésta evitación y el malestar, cuando no lo logra, durante por lo
menos seis meses.
Primero que nada entonces,
averiguar exhaustivamente si alguna cosa está sucediendo en la escuela que haga
que el niño no quiera concurrir. Si esto fuera así debemos resolver junto con
el niño el tema de que se trate (habría que ver cómo, según que tema sea).
Una vez descartadas estas cosas
de las que hablamos, lo que debemos hacer es no permitir que el niño siga
evitando la situación que teme. Si le permitimos la evitación, porque esa
actitud en el momento tranquiliza al niño y por lo tanto a los padres también,
lo único que lograremos es aumentar la intensidad de la Fobia si ya lo es, o de
la ansiedad hasta transformarla en Fobia, y perpetuarla en el tiempo.
Los papás se preguntarán como
obligarlo a concurrir al colegio si tiene tanto miedo, o claros síntomas
físicos, o grita y patalea. Ni va a ir a la escuela como si nada le sucediera
ni va a dejar de ir. Va a concurrir acompañado por los padres (o por uno de
ellos si esto no es posible) y va a ir haciendo una aproximación gradual a la
situación que teme, o sea, a la escuela.
Es sumamente importante que los
papás se preparen para este “acompañamiento” del niño recibiendo asesoramiento
profesional y que padres y educadores se acerquen, siendo fundamental que éstos
últimos estén en pleno conocimiento de lo que está sucediendo y que reciban
también asesoramiento de cómo ayudar a la reinserción del niño a la clase.
Cuando existe un Psicólogo en la escuela la tarea se facilita porque el
profesional, ya inserto en la institución, hace de facilitador, asesor y
mediador entre padres y maestros. Cuando no, el Psicólogo que asesore a los
padres debe tener la habilidad de insertarse en la escuela y realizar ésta
tarea.
En otras palabras, no existe
tratamiento posible de la Fobia o de la Ansiedad Escolar sin la participación
de los integrantes principales de la institución, ni existe un tratamiento
exclusivamente “de consultorio” sino que hay que hacerlo también en la
“situación misma” que provoca la ansiedad, o sea, en la escuela.
Aunque parezca complejo es un
tratamiento relativamente rápido (dependiendo en gran medida del tiempo que
haga que al niño le está sucediendo) y altamente efectivo, pero requiere de
paciencia por parte de los padres y de buena disposición por parte de los
educadores, para poder realizar una tarea de conjunto.
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