viernes, 24 de abril de 2015

Pesadillas durante la infancia

Por Fátima Abdallah


 Los terrores nocturnos son muy frecuentes

Todos recordamos episodios del pasado, por breve que fuera, en el que teníamos pesadillas recurrentes sin conocer el motivo.  Casi todo el mundo ha experimentado un sueño que le provoca ansiedad o miedo, incluso en la vida adulta. Más allá de intentar entender el significado de estos sueños, establezcamos algunas pautas para que vuestros hijos recuperen la tranquilidad en sus horas de sueño.

Como ocurre con cualquier tipo de problema, siempre es recomendable comunicar y exteriorizar lo que está ocurriendo. Para los niños no siempre es fácil saber expresar lo que están sintiendo convenientemente, pues carecen de la madurez para comprender sus propios problemas. Por ello hemos de ayudarles a que lo vaya haciendo con naturalidad.

Las pesadillas

Aunque de manera coloquial solemos utilizar las dos palabras indistintamente, tienen significados diferentes en la práctica. Una pesadilla es el típico sueño que nos provoca miedo, ansiedad o intensa preocupación y suelen ser bastante molestas y aterradoras para el niño. Normalmente terminan con un momento de consciencia en el que el pequeño despierta agitado y sudando.

Lo que se recomienda en este caso, es hacer entender al niño que estamos socorriéndole, a la vez que ‘le quitamos hierro al asunto’ y le hacemos ver que no pasa nada, que se trata de algo natural. Podemos mecerle, pero sin deshacernos en mimos, pues enseguida se acostumbrará a esto y magnificará el problema  hasta el punto de utilizarlo para haceros chantaje.

Los terrores nocturnos

Hay quien los considera variante de las pesadillas, aunque algunos expertos dicen que se trata de sueños, pero que no tienen ese carácter aterrador de las primeras. Normalmente, el niño que sufre terrores nocturnos no es consciente de ello, ni siquiera al final, como en el caso de la pesadilla.

Los terrores suelen ir acompañados de gemidos, leves o agudos, temblores, sudor, y en ocasiones hasta orina. Por ello, serán estas señales físicas las que os alerten como padres, de que algo pasa. Tranquilidad. La naturalidad, comprensión y la no excesiva atención, serán las claves para tratarlos.

La hora de la verdad

Es, probablemente, la parte más difícil de todo el proceso. Si ya de por sí es un triunfo hacer que un niño se vaya a dormir, lo es aún más que lo haga cuando ha sobrepasado la franja de los seis años ,ya que en esta época su vida social empieza a tomar importancia, y su rutina es más completa e ‘interesante’.

Por este motivo, hemos de dejar claro un horario de sueño innegociable con el niño. Crear un hábito para irse a la cama, y que vea cierta organización y ritual en acostarse, ayudará a que el pequeño normalice la situación y acabe viéndola como algo natural. Eso sí, si sufre de pesadillas o terrores nocturnos, podemos hacérselo más fácil a través de estas pautas:

-    Puede tener al lado siempre su juguete preferido o peluche, y creer que éste le protegerá, pero sin hacer hincapié en que el juguete en sí ‘es todopoderoso’, sino un simple amiguito para irse a dormir.

-    Tranquilizar al niño contándole experiencias propias o inventadas sobre lo importante que es dormir, lo relajante que es estar tumbado y disfrutar de las horas de sueño, o lo divertido que es soñar, puede ayudarle a conciliar mejor el sueño.

-    A los niños les suele gustar saber lo que va ir ocurriendo en cada momento. Decirles ‘ahora toca cenar’, o ‘ahora toca lavarse los dientes’ así como ‘ahora toca dormir’, son frases sencillas, cargadas de significado para él, que asumirá como deberes propios sin planteárselas del todo. Podemos utilizar un dibujo en el que aparezca un reloj con las manecillas, señalando la hora en la que siempre se tendrá que ir a acostar.

-    Haz el momento especial. Dile que le leerás un cuento, aprovecha para entablar una conversación sobre cualquier tema con tu hijo, de manera que se entretenga, pero que a la vez, tenga que poner la concentración suficiente .Este esfuerzo psicológico produce en el niño un desgaste a última hora del día, que le hace dormirse con mayor facilidad.

Si no dieran resultado…

Todos los expertos en psicología infantil coinciden en que el hecho de que un niño sufra pesadillas y terrores nocturnos es algo normal, pasajero y que no suele, ni debe, traumatizar a la persona que los padece. Es más, estos episodios pasan 'sin pena ni gloria' por la vida del joven según vaya creciendo.

En caso de creer que tu hijo sufre ‘más de la cuenta’ con estos sueños, o de ver que no logra dormir lo suficiente y durante el día manifiesta cansancio e irritabilidad excesiva, entonces sería conveniente ponerse en contacto con el psicólogo y comunicarle la situación a los profesores de la guardería o colegio donde esté matriculado.



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