Por Alejandro Luy, 02/07/2013
@TierraVivaVzla
Detrás del gran problema de la gestión integral de los residuos sólidos en Venezuela, hay uno que, prácticamente, lo envuelve. Se trata de las bolsas plásticas, útiles por los cientos de usos que tienen en nuestra vida diaria.
Compras grandes o pequeñas, de frutas o productos procesados, en abastos o en supermercados, vienen acompañadas de bolsas plásticas. Una vez que las tenemos en nuestras casas les solemos dar un segundo uso, mayoritariamente para acopiar temporalmente la basura.
Se estima que cada venezolano utiliza al año 150 bolsas plásticas y dado que nuestra población ha alcanzado los 29 millones de habitantes, entonces en toda la basura que producimos se esconden más de 4 mil millones de bolsas.
¡Hay que hacer algo!
Es evidente que, dada la magnitud del problema, se requiere atender de manera urgente la situación de las bolsas plásticas en el país. La buena noticia es que existen iniciativas nacional e internacionalmente que pueden servir como referencia para emprender una labor que se debe extender en todo el territorio. La mala noticia es que las iniciativas en Venezuela han sido aisladas e insuficientes y por tanto hay un rezago en la atención del problema.
A nivel privado, varias cadenas de supermercados, que constituyen una fuente importante de aporte de bolsas plásticas, han desarrollado dos estrategias para contribuir a la solución del problema. Por una parte muchas han sustituido la bolsa de plástico “normal” por una degradable, lo cual garantiza que permanecerá menos en el ambiente. Esto es importante porque una bolsa plástica convencional puede tardar cientos de años en descomponerse.
Otras empresas han fomentado el uso de las bolsas “ecológicas” o verdes, es decir, bolsas de tela o de plástico más resistente, con las cuales esperan que sus clientes transporten la mercancía y sustituyan las bolsas plásticas; pero para que esto se generalice, se necesitan cambios de actitudes y de conducta que requieren una gran campaña de educación ambiental e involucrar ampliamente al sector comercial del país.
Por lo anterior, y como lo dijimos, estas loables acciones tienen un impacto muy limitado, aunque podrían servir de estímulo para adelantar decisiones como las tomadas en Australia, donde cerca de 90% de los comercios minoristas han firmado acuerdos voluntarios para reducir el uso de bolsas plásticas.
Esas acciones también podrían servir como punto de partida para adoptar medidas como las existentes en Irlanda, Escocia, Italia, Taiwán, Israel, Uganda y Kenia, donde se han prohibido las bolsas plásticas no degradables o se les han establecido impuestos.
Otras acciones orientadas a disminuir el consumo de bolsas plásticas incluyen la obligación a los usuarios de pagar por cada bolsa y la distribución obligatoria de bolsas de mayor grosor, lo cual apoya su reutilización.
Reducir es sumar
Además de todo lo que hemos mencionado como necesidades para atender el problema de las bolsas plásticas que por millones contaminan nuestro país, hay un paso previo que todos los ciudadanos podemos emprender a la hora de una compra. Ese paso no es otro que reducir con nuestra conciencia y los medios disponibles, el volumen de bolsas, plásticas o de papel, que utilizamos en nuestra vida diaria.
Para hacerlo lo primero que debemos pensar cada vez que estamos de compras es si necesitamos la bolsa que nos dan. En Venezuela es casi un milagro encontrar a un vendedor que te pregunte: “¿Usted quiere una bolsa?”. En contrario, es muy frecuente escuchar a la gente pedir más bolsas de las que necesita.
Dependiendo del tipo de producto que compremos, muchas veces podemos prescindir de la bolsa. Por ejemplo, las cajas de medicamentos (especialmente las de pastillas) por lo general son pequeñas, debido a lo cual pueden guardarse en el bolsillo de una chaqueta o de un pantalón.
Productos más grandes, que no necesitan refrigeración, están bien empacados y no ocupan grandes volúmenes, pueden llevarse dentro de morrales, carteras o bolsos. No solo hablamos de productos comestibles, sino de todo tipo, como ropa o libros.
Con esas y otras pequeñas acciones, que no requieren de un gran esfuerzo, todos podemos contribuir a disminuir el consumo de bolsas en el país, actuar por el saneamiento ambiental y enseñar a otros la importancia de reducir los desechos.
Cada bolsa que evitemos en el día, serán 365 bolsas menos cada año.
Por último, también podemos ayudar a educar a otros ciudadanos, diciéndole a quien nos ofrezca una bolsa innecesaria: ¡Gracias, pero no la necesito!
En consecuencia, en el Campamento Terecay te recomendamos seguir estos tres pasos para actuar:
1. No pediré bolsas extras en el supermercado.
2. Llevaré una “bolsa ecológica” cuando vaya de compras.
3. Antes de que me den una bolsa veré si puedo llevarme la compra en la mano, el bolso, el morral o dentro de la chaqueta.
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