Por Fátima Abdallah
Los terrores
nocturnos son muy frecuentes
Todos recordamos episodios del pasado, por breve que
fuera, en el que teníamos pesadillas recurrentes sin conocer el motivo. Casi todo el mundo ha experimentado un sueño
que le provoca ansiedad o miedo, incluso en la vida adulta. Más allá de
intentar entender el significado de estos sueños, establezcamos algunas pautas
para que vuestros hijos recuperen la tranquilidad en sus horas de sueño.
Como ocurre con cualquier tipo de problema, siempre es
recomendable comunicar y exteriorizar lo que está ocurriendo. Para los niños no
siempre es fácil saber expresar lo que están sintiendo convenientemente, pues
carecen de la madurez para comprender sus propios problemas. Por ello hemos de
ayudarles a que lo vaya haciendo con naturalidad.
Las
pesadillas
Aunque de manera coloquial solemos utilizar las dos
palabras indistintamente, tienen significados diferentes en la práctica. Una
pesadilla es el típico sueño que nos provoca miedo, ansiedad o intensa
preocupación y suelen ser bastante molestas y aterradoras para el niño.
Normalmente terminan con un momento de consciencia en el que el pequeño
despierta agitado y sudando.
Lo que se recomienda en este caso, es hacer entender
al niño que estamos socorriéndole, a la vez que ‘le quitamos hierro al asunto’
y le hacemos ver que no pasa nada, que se trata de algo natural. Podemos
mecerle, pero sin deshacernos en mimos, pues enseguida se acostumbrará a esto y
magnificará el problema hasta el punto
de utilizarlo para haceros chantaje.
Los terrores
nocturnos
Hay quien los considera variante de las pesadillas,
aunque algunos expertos dicen que se trata de sueños, pero que no tienen ese
carácter aterrador de las primeras. Normalmente, el niño que sufre terrores
nocturnos no es consciente de ello, ni siquiera al final, como en el caso de la
pesadilla.
Los terrores suelen ir acompañados de gemidos, leves o
agudos, temblores, sudor, y en ocasiones hasta orina. Por ello, serán estas
señales físicas las que os alerten como padres, de que algo pasa. Tranquilidad.
La naturalidad, comprensión y la no excesiva atención, serán las claves para
tratarlos.
La hora de
la verdad
Es, probablemente, la parte más difícil de todo el
proceso. Si ya de por sí es un triunfo hacer que un niño se vaya a dormir, lo
es aún más que lo haga cuando ha sobrepasado la franja de los seis años ,ya que
en esta época su vida social empieza a tomar importancia, y su rutina es más
completa e ‘interesante’.
Por este motivo, hemos de dejar claro un horario de
sueño innegociable con el niño. Crear un hábito para irse a la cama, y que vea
cierta organización y ritual en acostarse, ayudará a que el pequeño normalice
la situación y acabe viéndola como algo natural. Eso sí, si sufre de pesadillas
o terrores nocturnos, podemos hacérselo más fácil a través de estas pautas:
- Puede tener
al lado siempre su juguete preferido o peluche, y creer que éste le protegerá,
pero sin hacer hincapié en que el juguete en sí ‘es todopoderoso’, sino un
simple amiguito para irse a dormir.
-
Tranquilizar al niño contándole experiencias propias o inventadas sobre
lo importante que es dormir, lo relajante que es estar tumbado y disfrutar de
las horas de sueño, o lo divertido que es soñar, puede ayudarle a conciliar
mejor el sueño.
- A los niños
les suele gustar saber lo que va ir ocurriendo en cada momento. Decirles ‘ahora
toca cenar’, o ‘ahora toca lavarse los dientes’ así como ‘ahora toca dormir’,
son frases sencillas, cargadas de significado para él, que asumirá como deberes
propios sin planteárselas del todo. Podemos utilizar un dibujo en el que
aparezca un reloj con las manecillas, señalando la hora en la que siempre se
tendrá que ir a acostar.
- Haz el
momento especial. Dile que le leerás un cuento, aprovecha para entablar una
conversación sobre cualquier tema con tu hijo, de manera que se entretenga,
pero que a la vez, tenga que poner la concentración suficiente .Este esfuerzo
psicológico produce en el niño un desgaste a última hora del día, que le hace
dormirse con mayor facilidad.
Si no dieran
resultado…
Todos los expertos en psicología infantil coinciden en
que el hecho de que un niño sufra pesadillas y terrores nocturnos es algo
normal, pasajero y que no suele, ni debe, traumatizar a la persona que los
padece. Es más, estos episodios pasan 'sin pena ni gloria' por la vida del
joven según vaya creciendo.
En caso de creer que tu hijo sufre ‘más de la cuenta’
con estos sueños, o de ver que no logra dormir lo suficiente y durante el día
manifiesta cansancio e irritabilidad excesiva, entonces sería conveniente
ponerse en contacto con el psicólogo y comunicarle la situación a los
profesores de la guardería o colegio donde esté matriculado.
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