Por Rosanna Di Turi
07/01/2015
Enseñar a los hijos a comer bien es una cátedra
invaluable. Aquí 11 claves para lograrlo
1. La
importancia del hábito. Como en todo,
la génesis está en los hábitos correctos. “Así como se les enseña a cepillarse
los dientes, hay que crear conductas alimentarias: enseñarles a comer en las
horas. No salir en ayunas y que por lo menos tomen un vaso de leche o yogur.
Enseñarles a comer sentados en la mesa y no ante la TV o con un videojuego.
Muchas veces se sientan solitos a comer sin un adulto responsable”, recuerda la
nutricionista Luisa Alzuru.
2. Probar
muchas veces. Lo ideal: las comidas variadas. El camino
para lograrlo incluye creatividad, conciencia y perseverancia. “Hay que tener
paciencia. Hay estudios que demuestran que para que un niño incorpore un sabor
debe probarlo, por lo menos. 17 veces”, recuerda la nutricionista Luisa Alzuru.
Ergo: no se puede omitir un alimento, porque una vez lo probó “y no le gustó”.
3. Los
vegetales no son opcionales. Si se
excluyen de la mesa, hay pocas posibilidades que los acepten de manera natural:
“Es importante la constancia. Es decir, tienen que estar permanentemente
expuestos a las frutas y las verduras. Hay ofrecérselas, preparárselas,
servírselas. Todos los días. Y no frustrase ni forzarlos si un día no se las
comen. Solo hay que perseverar”, recuerda José Baig, autor del blog La Cocinita
de papá.
4. Mercadeo
interno. Si se anhela que la prole
coma frutas y verduras con más frecuencia, se pueden poner en práctica algunas
estrategias para que tengan más protagonismo en casa. “Se puede organizar la
nevera de manera que los alimentos más apropiados para el niño –frutas
picaditas, jugos, yogures- queden más a la vista. No es lo mismo tener una
manzana en una gaveta que en un lugar donde pueda verla”, explica la
nutricionista Rosa Benítez.
5. El
ingenio como ingrediente. La
creatividad es clave en este propósito. “No se puede aburrir al niño. Hay
quienes si a su hijo le gusta el pan con jamón, se lo mandan todos los días”,
recuerda Rosa Benítez. El gusto y la variedad es tan esencial como para
cualquier adulto. “Se pueden mejorar los aderezos de ensaladas. Cambiar las
alternativas de forma de preparación de los vegetales, como rallarlos o
licuarlos en cremas. Buscar las alternativas que acepta e incorporarlas: Si le
haces una boloñesa, se le puede rallar zanahoria. Una hamburguesa puede ir con
tomate y lechuga. Las frutas es ideal ofrecerlas en trozos y si no las acepta,
en jugos o compotas”.
6. Practicar
lo que se predice. “Creo que es muy
importante hablarle a los niños de los beneficios de comer frutas y vegetales.
Y predicar con el ejemplo. Si tú como madre o padre jamás te comes una verdura,
difícilmente vas a lograr que tu hijo se termine la crema de auyama”, dice José
Baig de La cocinita de papá.
7.
Chucherías a raya. “Hay que tener
cuidado con el abuso de bebidas azucaradas y refrescos que son unas de las
principales causas de obesidad infantil. También evitar las chucherías con
mucha azúcar o grasa. Se puede optar por las sanas y equilibradas: galletas
enriquecidas o cotufas. También preferir las grasas monoinsaturadas como la de
frutos secos y el aceite de oliva”, dice la nutricionista Luisa Alzuru.
8. Alimentar
la memoria del futuro. Ante la mesa
se pueden aprender – y enseñar- cátedras invaluables para la vida. “Lo que los
niños comen no sólo les da su memoria gustativa del futuro sino el sentido de
hogar. Y eso se conserva toda la vida”, recuerda Armando Scannone, quien
publicó el libro Mi Lonchera. “La cocina venezolana, cuando es variada, es
nutricionalmente perfecta. Si los niños la comienzan a comer desde pequeños,
les da el gusto de hogar”.
9. Cantinas
a la altura. Quizá esa desmesura
llamada tequeñón encarna el desbalance bañado de aceite que suele ocurrir en
las cantinas. “Es importante que tengan una regulación. Por lo general abundan
las frituras. Pero si hay control, pueden ofrecer variedad y mostrarle al niño
que hay otras alternativas”, dice la nutricionista Rosa Benítez que ha logrado
que cantinas de distintos colegios caraqueños cambien y ofrezcan alternativas
más saludables como frutas.
10. Cercanía
con la comida. La experiencia puede
comenzar desde mucho antes de sentarse a la mesa “Es importante que se
relacionen con lo que va a comer. Es bueno que los niños vayan al mercado y
ayuden a escoger las verduras”, dice Benítez.
11. Ayuda en
la cocina. En casa de José Baig, sus
hijos lo ayudan y son los protagonistas de los videos de su blog. “Fueron ellos
los que se incluyeron en la cocina. El principal resultado es que disfrutan de
las cosas que ellos mismos han ayudado a preparar. También me parece que tienen
una ventaja al conocer desde muy niños distintos ingredientes y técnicas de
preparación de la comida. Mi hijo de cinco años ya fue a su primera clase de
cocina. Él pidió que lo inscribiéramos: Así que otro resultado es ese, el de
que quizá haya despertado en alguno de ellos una vocación para la vida”.
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