Por Ismael Cala 19/05/2015
En ocasiones, la vida nos exige acciones para las
cuales no estamos preparados. Una de ellas, traumática para algunos, es hablar
en público.
La relación con los demás depende, en gran medida, de
nuestra capacidad de comunicarnos a través de la palabra hablada y el lenguaje
corporal. De ahí lo decisivo de saber hacerlo ante un grupo de personas. Hoy en
día son raros los cursos académicos que contemplan técnicas de oratoria en su
contenido.
Teniendo en cuenta mi experiencia en los medios de
comunicación, quiero compartir contigo algunas técnicas, muy sencillas, que te
permitirán salir airoso si te ves en la obligación de enfrentar un reto de esa naturaleza.
- Antes de comenzar a hablar, trata de relajarte,
inhala profundamente. Cuando el cuerpo, sobre todo el cerebro, se llena de
oxígeno, la memoria se aclara; además, la respiración profunda disminuye la
tensión y contribuye a la calma.
- Cuando hables, asume una postura cómoda, pero
correcta, si lo haces sentado. Si estás de pie, evita los paseítos de un lado a
otro, porque distraen al auditorio, sobre todo en los momentos en que hace
silencio. Nunca exageres la gestualidad. ¡Sé tu mismo!
- Trata de hacerlo con el volumen de voz necesario, ni
más ni menos. Solo el adecuado para la cantidad de personas que tengas
enfrente. El volumen de voz y la gestualidad exagerados no son sinónimo de
credibilidad ni de entusiasmo. Por el contrario, pueden provocar rechazo.
- Habla con seguridad. No vaciles ni te excedas en
muletillas, porque puedes proyectar desconocimiento sobre el tema y provocar
dudas entre quienes te escuchan.
- Mantén mentalidad positiva y transmite confianza.
Utiliza palabras comunes, fáciles de entender por todos. Sé directo en las
ideas. No le des vueltas al asunto.
- Si hablas sentado, permanece con el torso erguido.
Siempre fija la vista en los rostros de aquellos que te escuchan.
- Nunca comiences con un chiste, pues si no causa risa
al principio, tu intervención empieza mal.
- Guarda lo que consideres más importante para el final.
Intenta por todos los medios concluir con un mensaje fuerte o una frase
célebre, que resuma la idea de lo que has hablado.
Las anteriores son técnicas fáciles y efectivas, pero
no pierdas de vista que lo esencial, cuando se habla en público, es el dominio
del tema. Parafraseando a John Ruskin, gran pensador inglés de la era
victoriana, “a la lengua nunca le faltará fuerza de persuasión” cuando se
conoce la verdad.
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