Por Higinia Fernández Peña
¿Qué
significa que un niño pegue en el colegio? ¿Qué emoción intenta mostrar? ¿Cómo
enseñarle a demostrar su enfado de una manera ‘más social’? Son algunas de las
preguntas que la psicóloga experta en niños resolverá.
Cuando un niño pega a otra persona, tendemos a
asustarnos, y las palabras “agresividad” y “violencia” aparecen a menudo. Lo
que no nos planteamos es qué significan esas palabras. ¿Qué es ser agresivo? ¿y violento? Resulta
que agresivo es alguien que se comporta de forma violenta, y violento es
alguien que se deja llevar por la ira. Con esto ya no estamos hablando de
conductas, sino de emociones, ya que la ira es una de las 6 emociones básicas
que existen (alegría, tristeza, asco, miedo, sorpresa e ira).
Cuando una persona, ya sea niño o adulto, se comporta
de una determinada manera, debemos preguntarnos qué pensamiento o emoción le ha
llevado a eso, porque una acción no aparece de la nada. Otra cosa será que la
persona no sepa identificar qué ha sentido para reaccionar como lo ha hecho.
En el caso de los niños es aún más complejo, puesto
que ellos tienen que aprender a reconocer esas emociones primero, y a actuar y
transmitirlas de forma adecuada cuando las sienten, y para eso hay que
enseñarles.
¿Qué emoción
intenta mostrar un niño al pegar?
Un niño que se siente feliz sonríe, un niño triste
llora, un niño enfadado…pega o se enrabieta. Los niños aprenden poco a poco el
significado de lo que sienten: les enseñamos qué es la cariño y cómo
expresarlo, con frases como dale un besito a mamá, pero tendemos a dejar de
lado las emociones que no nos parecen buenas.
Una emoción no es positiva o negativa. Estar triste o
enfadado no es malo, simplemente no nos gusta sentirnos así y por eso lo
rechazamos, pero son emociones que nos ayudan a desarrollarnos como personas y
que no podemos eliminar. Cuando perdemos algo o a alguien querido nos sentimos
tristes, es la respuesta natural y no se debe negar, rechazar u ocultar. Y si
se comete una injusticia con nosotros nos enfadamos, y es lógico y normal
hacerlo.
¿Qué debemos
hacer como padres para que esto no se repita?
El problema no es el sentimiento, sino lo que hacemos
con él, y esa diferencia es lo que debemos transmitir a nuestros hijos. Cuando
un adulto tiene un conflicto con otro, suele disponer de varias armas:
- Saber lo que le ocurre (esta energía que me sale de
dentro es enfado)
- Saber por qué le ocurre
- Vocabulario y capacidad para dialogar y expresar
sentimientos
- Capacidad para buscar soluciones
Sin embargo, un niño pequeño no posee ninguna de estas
habilidades, empezando porque no entiende el sentimiento. Solo sabe que, ante
una situación le inunda una necesidad de actuar, de soltar toda la energía que
se le ha acumulado de pronto y que le lleva a agredir.
Debemos dejarle bien claro a nuestros hijos que pegar
no es la conducta apropiada cuando uno se enfada, regañando o incluso
castigando cuando la situación sea grave o muy repetitiva. Y siempre,
acompañando el NO con un ejemplo de lo que SÍ. Si le decimos a un niño que no
debe pegar cuando se enfade, no le estamos dando solución, sólo limitando sus
posibilidades. Los niños pequeños necesitan que les demos pautas de actuación
para entender bien lo que deben hacer: 'No se pega, si te quitan un juguete, se
lo dices a la profe, pero no pegas, ¿está claro?'
Además, podemos hacerles ver qué emoción es la que
está sintiendo: te han regañado, y seguramente eso te hace sentir enfadado o
triste, para que cada vez les resulte más sencillo reconocer la emoción y
recordar qué deben hacer cuando se sienten así.
¿Cómo
enseñarle a demostrar su enfado de una manera “más social”?
Lo primero, como ya hemos dicho, es aprender a
reconocer el enfado, qué cosas me lo provocan y saber cuándo me estoy
enfadando. Eso lo aprenden cuando les explicamos que estamos enfadados y les
decimos qué nos ha enfadado (siempre adaptado a su edad), al igual que cuando
los vemos enfadados se lo decimos: pareces enfadado, quizá es porque…
Una vez lo reconocen, se trata de que lo digan:
"Estoy enfadado por esto / Esto me ha enfadado /me ha molestado que
hicieras eso". Compartir esa información ayuda, ya que normalmente los
niños pegan para mostrar su enfado, por lo que decir es una forma muy directa
de que los demás sepan cómo me siento. Además, normalmente, cuando un niño dice
que está enfadado, los demás suelen preguntarle por qué se siente así y buscan
hacer las paces o pedir perdón, más aún si hay un adulto de por medio, por lo
que los niños aprenden que diciendo cómo se sienten, los otros reaccionan pidiendo
perdón o arreglando lo que haya sido que le ha enfadado.
Sin embargo, hay situaciones en las que se enfadan, lo
dicen, y el otro no quiere pedir perdón, o lo pide y nuestro niño no quiere
“desenfadarse”. En estos casos, podemos intentar explicarles que los demás no
siempre quieren admitir que han hecho algo mal y pedir perdón y que no podemos
hacer nada por cambiarlo, o que si otra persona nos pide perdón es porque se
arrepiente, que todos cometemos errores y que a nosotros nos gusta que nos
perdonen cuando hacemos algo mal.
Puede que incluso así no se le pase el enfado. Está
bien. Mientras no intenten agredir o perturbar el entorno, pues dejemos que
pasen su proceso de enfado y “desenfado” a su ritmo, preguntándoles cada cierto
tiempo si quieren incorporarse al juego, charla o actividad o si quieren hacer
algo.
¿Cuándo
debemos pedir ayuda? ¿A quién acudir?
Cuando todas estas pautas no funcionan y nos vemos
sobrepasados por la situación, de tal forma que nuestro hijo no acepta ni
cumple normas y se pasa la vida castigado aunque parece que los castigos no le
importen ni hagan efecto.
Está bien pedir ayuda cuando vemos que no somos
capaces de ver una salida o encontrar una solución. Precisamente para eso están
los psicólogos infantiles, para darnos pautas y encontrar otras opciones desde
fuera, porque normalmente, una vez que entramos en una rutina, no solemos ver
otras posibilidades o simplemente no conocemos otras posibilidades.
Nadie nace sabiendo ser padre y, desde luego, no todos
los niños son iguales o les sirven las mismas pautas, por lo que quizá lo que
conocemos no sirve y los consejos que nos dan no funcionan. Buscar el apoyo de
un profesional no nos hace malos padres, sino que indica un deseo de mejorar y
aprender para lograr el bienestar del niño.
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